Anahata
Chakra del corazón
Anahata: amor universal, compasión, perdón y unidad
El cuarto chakra se llama Anahata, y es el chakra del corazón. Anahata significa “sonido hecho sin que dos cosas choquen o se rocen”. Se refiere a la armoniosa coexistencia entre el cuerpo y el espíritu, al punto de encuentro entre el mundo físico y el mundo espiritual, entre lo tangible y lo intangible. Y es que Anahata es el corazón de los siete chakras, el cuarto centro energético situado entre los tres chakras inferiores y los tres chakras superiores. El chakra que sirve de puente entre los dos mundos, entre la tierra y el cielo, entre el individuo y el universo. Éste es el chakra de la transición hacia un nivel superior. Aquí comenzamos a trascender más allá de nuestra individualidad, de nuestro espacio personal, sumergiéndonos así en la energía del todo, del Cosmos, de la unidad vital.
El color de Anahata es el verde, un color neutral que transmite equilibrio, paz y relax. Es el color que más abunda en la naturaleza, el que nos reconforta cuando nos rodea. Tiene la calidez del amarillo y el frescor del azul. Nos sugiere cosas positivas, nos da esperanza. Por otro lado, con el chakra corazón salimos de las esferas de lo sólido y lo tangible, representadas por la tierra, el agua y el fuego de los tres primeros chakras, para entrar en la intangibilidad del cuarto elemento: el aire.
El cuerpo celeste relacionado con este chakra es Venus. Igual que daba nombre a la diosa romana del amor, este planeta está asociado con el chakra del corazón, el chakra del amor. Sin embargo, no se trata del amor romántico que todos conocemos. Esta imagen del amor romántico es fruto de años y años de novelas, canciones y películas dirigidas a hacernos creer en un tipo de amor irreal, falso y dañino. Romeo y Julieta está bien para pasar el rato, pero no debería ser ejemplo de lo que significa el amor. Por desgracia, ese amor romántico sigue siendo parte importante de nuestra cultura, tanto la oriental como la occidental, así como objetivo de la gran mayoría de habitantes de este planeta.
El amor que trabaja el chakra Anahata es un amor incondicional, más parecido al amor de una madre por sus hijos que al de Romeo por Julieta. Un amor que no está sujeto a la pasión del momento, a las circunstancias personales ni por supuesto a los intereses. Un amor en el que los amantes no se necesitan, sino que se aman de forma natural y desinteresada. En realidad, es un amor que no se limita a la relación afectiva entre dos personas que se enamoran, sino que abarca la relación entre todas las personas del mundo. Incluso, podríamos ampliarlo e incluir a todos los seres vivos del planeta, empezando cómo no por los animales y pasando por los árboles, los ríos o las montañas. Se trata del amor universal.
Los seres humanos somos gotas en un inmenso océano, todos somos una pequeña parte del universo; formamos parte de un todo junto al resto de personas, animales y seres vivos del mundo. El chakra del corazón trabaja el amor que cada gota siente por las demás, el amor que fluye entre todos los seres vivos manteniendo un estado de paz, armonía y alegría entre ellos.
El perdón es una parte importantísima del trabajo del cuarto chakra. Si no somos capaces de perdonarnos unos a otros, difícilmente lograremos querernos incondicionalmente. Sin perdón, no hay amor. Ésta es una regla básica en cualquier relación, tanto con tu pareja como con tus amigos, tu familia o tus vecinos. Cuando una persona no es capaz de perdonar, o cuando decide no hacerlo, termina instalada en el rencor. Tendrá que cargar con ese peso, será una herida sin cicatrizar. Mientras siga albergando rencor en su corazón, no será capaz de amar al cien por cien.
El chakra del corazón es especialmente importante en el momento en que una persona ya se ha formado como tal, cuando es un adulto independiente, con personalidad y con la vida relativamente encauzada. Obviamente, la edad depende de cada uno, pero este momento puede llegar a los veinticinco, o más habitualmente en la treintena. Es la edad en la que en su mayoría la gente decide formar una familia, en la que las personas empezamos a buscar algo más. Ya no nos vale con el dinero, el sexo o el poder. No nos vale con salir con nuestros amigos, tener una vida sexual activa y tener un trabajo y un sueldo. Necesitamos algo más. Algo que trascienda la seguridad, el placer y el poder. Algo que vaya más allá de nuestra individualidad y de nuestro yo. Algo que nos aporte cosas que ni el dinero, ni el placer físico ni la autoestima pueden darnos. Y ese algo es el amor.
En ese punto de madurez personal, nuestro chakra corazón necesita expandirse, necesita centrarse en un amor que dé propósito y sentido a nuestra vida. Necesita evolucionar hacia algo más. Hacia un amor duradero que nos aporte una energía desconocida hasta ahora. Eso es lo que le pasa, por ejemplo, a esa mayoría que decide tener hijos. El amor que desarrollan por sus hijos es un amor distinto, un amor incondicional que hasta ese momento no habían vivido, ni siquiera con sus parejas. Es un amor irracional que sin embargo durará siempre, que los unirá de por vida a sus hijos. Desde que nacemos hasta que somos personas maduras pasamos por muchas fases, y durante ese tiempo se nos va olvidando lo que es el amor incondicional que sentíamos cuando éramos niños inocentes y puros. La sociedad nos va corrompiendo, contaminando, nos arrebata esa inocencia y pureza, esa capacidad incondicional de amar. Pero, a cierta edad, sentimos de nuevo esa llamada, esa necesidad de amar y ser amados de manera inquebrantable.
No es casualidad que durante ese momento de la madurez necesitemos ese amor incondicional que la mayoría busca y encuentra teniendo hijos, ni que con los años lo vayamos necesitando más y más. Hay una prueba física de esta pérdida de la capacidad de amar incondicionalmente que se da desde la niñez hasta la madurez: el timo.
El timo es una glándula situada en la parte alta del torso, y es un elemento importante en nuestro sistema inmunológico. Hasta mediados del siglo XX se pensaba que el timo no tenía ninguna función para el cuerpo humano, pero en la Antigua Grecia lo bautizaron con el nombre Thymos, que significa “energía vital” o “alma de la vida”. Los griegos asociaron el timo con las emociones, con el corazón, con la vitalidad. Y en cierta manera tenían razón, puesto que nuestras emociones afectan a su funcionamiento, su salud está sujeta a nuestra salud mental y emocional. Pero además, hay un dato muy relevante. Cuando nacemos, nuestro timo es del tamaño de nuestro puño. Sin embargo, con los años el tamaño del timo va disminuyendo. Mientras crecemos, tanto el tamaño de nuestro timo como nuestra capacidad de amar incondicionalmente van disminuyendo, así que en la madurez debemos trabajar para recuperar ese amor y mantener sano nuestro timo.
Pero ser padre no es la única manera de alcanzar ese grado de amor. Hay otras maneras, y cada uno debe buscar la suya. Ese amor, que en ocasiones es tan difícil de encontrar, es el amor universal que todos deberíamos sentir hacia el resto de personas y seres vivos. Desgraciadamente, no es así. Los humanos somos seres egoístas, desconfiados, envidiosos, rencorosos, miedosos, violentos… y eso imposibilita que el amor fluya entre nosotros de manera natural. En definitiva, si todos nos quisiéramos unos a otros como un padre quiere a su hijo, el mundo sería un lugar más feliz. El mensaje del chakra corazón no es otro que el de aceptar la unidad de todas las cosas y de todas las personas. Si todos somos parte de una unidad, ¿por qué no vamos a querernos? En nuestros corazones, y entre los seres humanos, debe haber amor, paz, fraternidad, unión, compañerismo, empatía, solidaridad, alegría, sonrisas, buen rollo. Y como hemos dicho antes, debe haber perdón. Y compasión. Debemos entender este último concepto como la capacidad humana de empatizar, de identificarnos con el otro y de comprender su sufrimiento, y también sus errores. Tiene que ver por supuesto con sentir tristeza al ver sufrir a alguien, con compadecernos de él y con sentir la necesidad o el impulso de ayudar a aliviar su dolor y su sufrimiento. Eso es compasión. También es solidaridad. Pero dentro del concepto de compasión también está incluida la capacidad de perdonar de la que hablábamos, la aceptación de que el otro lo hace lo mejor que puede, al igual que lo hago yo. Los errores que cometen los demás puedo cometerlos también yo, por lo que es justo perdonarlos y sentir compasión. Es muchísimo mejor llenar el corazón de amor y compasión y soltar los sentimientos negativos como el rencor o el odio. Conectar de corazón con todo lo que nos rodea nos libera de muchísimo peso innecesario.
Cuando el chakra corazón está demasiado abierto y en consecuencia gira a demasiada velocidad, la persona tiende a quererse demasiado, a retener demasiado amor en su interior. Esta persona tiene dificultades para amar, para dar y recibir amor, y cuando ama, lo hace condicionalmente. Tiene expectativas y condiciones sobre a quién amar. Esto quiere decir que sus relaciones afectivas no son verdaderas, que el amor que muestra por los demás es interesado. Ama porque busca algo del otro, porque tiene algún interés. No se trata sólo de un interés económico. Esta persona puede buscar sexo, compañía, alguien que lo proteja, o que le dé una estabilidad emocional o económica… O puede que se aferre a su pareja porque cree que no va a encontrar a nadie más. Eso no es amor verdadero, ni amor incondicional.
En el otro lado de la balanza, cuando el chakra corazón está bloqueado o gira poco o nada, la persona ama en exceso, se entrega al otro de manera irracional. Y lo hace porque tiene miedo al rechazo, porque cree que es indigna de ser amada por la otra persona, y por eso adopta una actitud sumisa ante su pareja. Tiene miedo a perderla, y esto la convierte en una persona celosa y posesiva. Es un amor mal entendido, que sólo produce angustia, dolor y sumisión. Cuando alguien tiene el chakra corazón en esta situación de bloqueo, suele tener también bloqueado el chakra del plexo solar. Está demasiado preocupada por lo que piensen los demás, es insegura, tiene miedo a la soledad, necesita que los demás le den su aprobación.
Por otro lado, aunque el color de Anahata es el verde, habitualmente puede encontrarse el color rosa en algunas de las manifestaciones del chakra corazón. El rosa es un color suave, dulce y tierno, y en la cultura popular se utiliza para representar el amor romántico. El verde de Anahata representa el amor universal que fluye entre todos los seres vivos del universo, pero el rosa representa el autoamor, el amor a uno mismo. Se trata de amarnos a nosotros mismos al igual que amamos al resto de seres humanos. La compasión y el perdón que debemos mostrar ante los demás también debemos mostrárnosla a nosotros mismos. Eso es el autoamor: recibir amor tanto de los demás como de nosotros mismos. El amor tiene que fluir en todas las direcciones.
Otro concepto muy importante que debemos interiorizar con respecto al chakra corazón es el de dar y recibir. Es necesario que nos nutramos del amor que nos rodea. Debemos dar amor, pero también debemos recibirlo. Siempre se dice que el que no da, no recibe. Y esto también es así en el caso del chakra Anahata. Pero a su vez, si das amor y no lo recibes, no vas a tener un chakra corazón sano y equilibrado.
Las manos y los brazos están relacionados al chakra corazón. Con ellos cogemos y tomamos las cosas, y con ellos las damos o soltamos. Los brazos y las manos nos permiten dar y recibir, y por eso simbolizan esa transacción de amor de Anahata. Con los brazos abrazamos a los demás, y con las manos los tocamos. El olfato, el gusto y la vista eran los sentidos relacionados con los tres primeros chakras. El tacto corresponde al chakra corazón. Porque… ¡qué importante es el contacto humano! Si no nos tocamos, ¿cómo vamos a amarnos?